No se trata solo de golpes visibles, sino de actos sutiles que se ocultan en la cotidianidad. Muchas veces se piensa que, al no recibir agresión física, todo está bien ; sin embargo, el daño se manifiesta de otras formas: ser ignorada, ver burladas tus opiniones o sentir que tus actos son desvalorizados, perpetuando una agresión silenciosa que mina la autoestima y el bienestar emocional .
Como terapeuta, constantemente me toca ver este patrón en mujeres u hombres, pero es más común en mujeres o, al menos, son las que más lo cuentan, a diferencia de los hombres que lo ocultan por verguenza.
Son ellas mismas quienes comienzan a cuestionarse, llegando a creer en las manipulaciones de sus agresores y justificando actitudes abusivas con la idea de que, en definitiva, "no son tan malas" .
Incluso, en muchas ocasiones, sienten pena por el agresor o por la persona que las trata mal, empatizando con "su vida llena de dificultades y violencia en su infancia". Si bien es cierto que el dolor y las experiencias difíciles pueden influir en el comportamiento de alguien, esto nunca justifica que deban aguantar el abuso, ni que el dolor sufrido se convierta en excusa para dañar a otros .
Es crucial reconocer que cada desdén o desprecio es una herida invisible. La normalización de estas conductas se arraiga en creencias culturales que minimizan la violencia emocional y psicológica.
Romper con este ciclo requiere cuestionar profundamente las actitudes que restan valor y, sobre todo, validar el derecho de cada persona a ser escuchada y respetada. Solo al transformar nuestra percepción de lo que es violencia podremos generar espacios de equidad, donde cada mujer se sienta segura y reconocida en su totalidad, sin tener que justificar el dolor del otro a costa de su propio bienestar .

Frases típicas de alguien que NO acepta que le pongan límites son:
Minimización y descalificación:
"Estás exagerando."
"Eres demasiado sensible."
"Siempre haces un drama por todo."
"No es para tanto, qué exagerada."
"Te ofendes por cualquier cosa."
"No seas alharaca."
"Qué cuática eres."
Culpar a terceros o desviar la responsabilidad:
"Alguien te está metiendo cosas en la cabeza."
"Seguro alguien te dijo que me dijeras esto."
"Antes no eras así, te están cambiando."
"Eso no lo piensas tú, alguien te llenó de ideas raras."
Victimización o manipulación emocional:
"Ya no se te puede decir nada."
"Ahora todo te molesta."
"No pensé que me tratarías así."
"Después de todo lo que he hecho por ti, ¿me sales con esto?"
"Si de verdad me quisieras, no me pondrías límites."
Ironía y ridiculización:
"Uy, qué grave."
"Ahora resulta que eres la dueña de la verdad."
"A ver si ahora tengo que pedirte permiso para todo."
"Qué moderna te pusiste con esas ideas."
Desvalorización del límite:
"Eso es una tontería."
"No entiendo por qué te molesta tanto."
"Siempre has aguantado y ahora te da con esto."
"No seas tan rígida, relájate."
Estas frases son intentos de invalidar, ridiculizar o manipular a la otra persona para evitar asumir responsabilidad o respetar los límites que se le están poniendo. A lo largo del tiempo esto te lo terminas creyendo, comienzas a dudar de ti, a callar y tu autoestima se empieza a deteriorar sin que te des cuenta. A eso se le conoce como "Gaslighting".

¿En qué consiste el Gaslighting?
Se trata de una estrategia en la que el manipulador utiliza frases o acciones para invalidar la realidad de la otra persona, haciendo que dude de sí misma. Esto puede ocurrir en relaciones personales, laborales e incluso en dinámicas familiares.
Ejemplos de Gaslighting:
"Eso nunca pasó, te lo estás imaginando."
"Estás exagerando, siempre haces un drama por nada."
"Eres demasiado sensible, todo te afecta."
"Yo nunca dije eso, te lo inventaste."
Consecuencias del Gaslighting:
Con el tiempo, la víctima empieza a:
✅ Dudar de su propia percepción y memoria.
✅ Sentirse confundida y ansiosa.
✅ Perder confianza en sí misma.
✅ Silenciarse para evitar conflictos.
✅ Tener una autoestima deteriorada.
✅ Sentir culpa, aunque no haya hecho nada malo.
Si esto ocurre de manera constante, puede generar efectos psicológicos profundos, como ansiedad, depresión y una sensación de dependencia del manipulador.
💡 ¿Cómo afrontarlo?
Confiar en tu intuición y percepción.
Llevar un registro de los hechos para contrastar la realidad.
Poner límites firmes ante la manipulación.
Buscar apoyo en personas de confianza o profesionales.
Si tú que estás leyendo esto te sientes identificada, no te sientas culpable por no poder terminar una relación así. Eso es muy común y por lo demás, no es fácil salir de allí. (PERO NO IMPOSIBLE!).
Y es tan difícil, porque muchas veces, estás siguiendo patrones que aprendiste en tu infancia. Es por eso, que tu historia te limita a perpetuar patrones dañinos que aprendiste al vincularte, pero reconocerlo es el primer paso para liberarte y sanar . Y si luego de todo esto, sientes que no puedes hacerlo sola, es buena idea buscar terapia; no estás sola en este camino y mereces contar con el apoyo que necesitas para romper el ciclo.
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